En esta misma fecha del año 2023, Hamás lanzó un brutal ataque contra el sur de Israel que se convirtió en el catalizador de un año de escalada y ampliación del conflicto en la región.
Durante dicho ataque, se cometieron numerosas atrocidades en total violación de los principios más fundamentales del derecho y la moral internacionales, con la muerte de unas 1.200 personas —entre ellas muchos jóvenes que asistían a un festival de música, así como menores, mujeres y ancianos de varias comunidades civiles de la región— y la toma de 251 rehenes, de los cuales 97 siguen retenidos un año después. Si bien el CMI comprende la larga historia de ocupación y opresión que precedió a estos acontecimientos, ha condenado el ataque contra civiles israelíes inocentes.
La enormidad de la posterior guerra librada por Israel en Gaza es escandalosamente inaceptable. Ha agravado exponencialmente las violaciones y el sufrimiento infligidos a civiles inocentes, con más de 41 700 muertos —entre ellos más de 16 000 menores—, otros casi 100 000 heridos y más de 10 000 desaparecidos y presuntamente fallecidos bajo los escombros, según las autoridades sanitarias locales. Alrededor de 1,9 millones de personas —el 90% de la población de Gaza— han sido desplazadas por la fuerza de sus hogares, en muchos casos varias veces, y casi medio millón de personas se enfrenta a una inseguridad alimentaria catastrófica, mientras que las infraestructuras críticas, los servicios médicos y educativos, las viviendas, la economía, las tierras de cultivo y las flotas pesqueras de Gaza han quedado en gran parte arrasadas. La guerra de Israel en Gaza ha hecho inhabitable el territorio y ha dado lugar a denuncias de genocidio que el Tribunal Internacional de Justicia ha considerado plausibles.
Además, durante este periodo han aumentado drásticamente los ataques violentos y otras violaciones cometidas por colonos ilegales y por las fuerzas de seguridad israelíes contra comunidades palestinas en la Ribera Occidental ocupada y en Jerusalén Oriental. Elementos extremistas de la sociedad israelí han intensificado, entre otras cosas, sus amenazas y ataques contra comunidades, clero, iglesias e instituciones cristianas, en la mayoría de los casos sin sanción penal alguna.
La guerra de Israel en Gaza y sus violaciones de la soberanía de los Estados vecinos también han amplificado masivamente las tensiones en la región en general, lo que ha provocado un aumento de la confrontación militar en múltiples frentes, la intensificación de los intercambios de disparos con Hezbolá en Líbano, los Houthis en Yemen y, por primera vez, directamente con Irán. Como consecuencia, el número de muertes, destrucción y desplazamientos está aumentando en más comunidades de la región. En Líbano, se calcula que el número de víctimas mortales de las dos semanas de ataques israelíes contra Beirut, Bekaa y el sur del país ha superado ya las 2.000, y más de un millón de personas ha tenido que huir de sus hogares. La incursión terrestre de Israel en el sur del Líbano, y los ataques con misiles y otras hostilidades entre Irán e Israel, amenazan ahora con generar un conflicto aún más amplio, incendiando toda la región de Oriente Medio, y agravando las amenazas existentes para la paz y la estabilidad mundiales.
Un año después de los ataques del 7 de octubre de 2023, Israel y sus adversarios parecen atrapados en una mortal espiral de violencia, que se acelera día a día y que corre el riesgo de sumir a toda la región en un conflicto irresoluble con profundas consecuencias humanitarias y de seguridad para todos sus pueblos. En este contexto, las ya graves amenazas a la presencia futura de las comunidades cristianas indígenas de Tierra Santa están alcanzando un punto de inflexión existencial.
Si la historia moderna de Oriente Medio nos enseña una lección clara, es que no hay camino hacia una paz sostenible a través de ciclos repetidos de conflicto armado, ocupación y opresión continuas; solo hacia un antagonismo, odio y extremismo crecientes en todas las partes. La única solución es romper el ciclo de violencia, abstenerse de proseguir las matanzas y la destrucción, y entablar diálogos y negociaciones para una paz basada en la justicia y la igualdad de derechos para todas las personas. Israel, Irán y todas las partes en conflicto deben comprometerse inmediatamente a un alto el fuego en todos los frentes. Hamás debe liberar a todos los rehenes restantes de forma inmediata e incondicional. Israel debe liberar a los presos políticos palestinos y avanzar rápidamente hacia el fin de su ocupación y opresión del pueblo palestino en los territorios ocupados desde 1967, y garantizar la igualdad de derechos humanos para todas las personas en su territorio, independientemente de su raza, religión u origen. Y todos los miembros de la comunidad internacional deben poner fin a su complicidad en el mantenimiento del conflicto, la ocupación y la opresión en la región.
La alternativa es una amenaza real y presente para la vida y el futuro de todos los habitantes de la región, y para la justicia, la reconciliación y la unidad en nuestro mundo fragmentado y frágil.
Hoy, el Consejo Mundial de Iglesias hace un llamado a todas sus iglesias miembros y asociados, y a todas las personas de fe y buena voluntad, para que oren y actúen por la paz en Tierra Santa, extendiendo su solidaridad a todas las personas afectadas y amenazadas por la escalada de violencia en la región, e instando a todos los responsables de proporcionar y utilizar las armas de guerra a que se alejen de la violencia y se acerquen a la paz. Hoy oramos para que el deseo de paz y justicia supere la continua obsesión por la guerra y la violencia.
“Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios”.
Mateo 5:9
Rev. Prof. Dr. Jerry Pillay
Secretario General
Consejo Mundial de Iglesias