“Después el ángel me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.”

(Apocalipsis 22:1-2)

Paz y gracia a ustedes desde Jerusalén, la Ciudad Santa. En mi calidad de árabe cristiano quiero agradecer la oportunidad que me han dado de escribir una reflexión para la emisión de este año de “Siete semanas por el Agua”. Ciertamente, esta zona del mundo siempre ha estado lidiando con todos los temas relacionados al agua debido al clima seco y a los pocos recursos hídricos existentes en la región. Hoy, sin embargo, el pueblo palestino enfrenta un desafío aún mayor pues es una crisis que empeora año tras año.

La primera razón de esta crisis deriva del hecho de que pese a que israelíes y palestinos comparten el mismo recurso acuífero proveniente de la montaña, el 80% del agua es bombeada para los israelíes, mientras que los palestinos solo tienen acceso al restante 20%, porcentaje que no permite satisfacer sus necesidades, según las directrices de consumo de agua definidas por la Organización Mundial de la Salud –OMS-. En consecuencia, los palestinos deben comprar a Israel el agua que ha sido bombeada desde sus propios territorios. (http://www.btselem.org/water)

Estas condiciones de desigualdad en torno al acceso al agua generan también, como es de suponer, una desigualdad en el uso del líquido vital. Un israelí consume, en promedio, 183 litros de agua por día, mientras que un palestino, solo 73. La OMS recomienda el consumo de 100 litros de agua al día, para satisfacer las necesidades básicas de una persona, siendo lo razonable el consumo de 150 litros para alcanzar condiciones óptimas de vida. (www.who.int/water_sanitation_health/diseases/wsh0302/es/)

La segunda razón de esta crisis se centra en el desmoronamiento de la infraestructura en Cisjordania. Decenas de años de ocupación militar han derivado en la imposibilidad de los habitantes de estas comunidades de obtener los recursos para reparar o construir sistemas adecuados de recolección, purificación y almacenamiento de agua. A menudo, los proyectos que intentan desarrollar los palestinos son obstaculizados por las decisiones políticas de quienes ocupan sus territorios, por ejemplo, condicionando la construcción de estos sistemas a que los israelíes puedan hacer lo mismo en los asentamientos ilegales.

Como podemos ver, agua y justicia están entrelazadas en mi comunidad. Solo alcanzando el ejercicio pleno de la justicia resolveremos la crisis del agua.

“Después el ángel me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.”

La problemática relacionada al agua que atraviesa mi comunidad actualmente, proporciona un significado especial a la lectura del libro de Apocalipsis. La ciudad que el autor describe es la “Nueva Jerusalén”, donde el agua fluye libremente de la mano de la sanación, la paz y la justicia para todos. Mas desde mi sillón en mi oficina en Jerusalén, medito y llego a la conclusión de que no existe tal fluir de las aguas atravesando la ciudad.  En Jerusalén y en Tierra Santa, tenemos sed de curación y restauración para todos, todavía estamos sedientos de paz, todavía tenemos sed de justicia para palestinos e israelíes, judíos, cristianos y musulmanes.

Y aún estamos sedientos de agua.

A veces, cuando leemos textos bíblicos como este: “ríos de agua de vida”, nos parecen que son términos abstractos o hasta parecen un sueño. Pero para los palestinos, vivir sin acceso a suficiente agua  está lejos de ser una situación abstracta. A menudo los habitantes de Belén suelen estar sin agua por alrededor de diez a veintiún días. A veces no tenemos agua en las escuelas luteranas de la región. ¿Podemos imaginar qué pasa en una escuela de niñas, de enseñanza intermedia, cuando no hay agua? Cuando ello ocurre, nos vemos forzados a comprar agua con el objetivo de no tener que cerrar las escuelas. Este hecho se vuelve incluso más doloroso cuando vemos que nuestros vecinos, ubicados en asentamientos irregulares, están disfrutando alegremente de sus piscinas o regando abundantemente su pasto.  Sí, nosotros permanecemos sedientos de justicia e igualdad.

El agua no es un lujo para los seres humanos, ¡es una necesidad! El agua no solo limpia, también refresca; no solo calma la sed, sino que renueva la vida.  En la Biblia, al agua siempre se la menciona como la fuente de la vida. Cuando Abraham se encontró con los tres ángeles, él les brindó agua, diciendo: “Señor, si ahora he hallado gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo.  Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos debajo de un árbol” (Génesis 18:3-4). El profeta Isaías dijo a su pueblo: “A todos los sedientos: venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed” (Isaías 55:1). Y cuando Jesús habló con la mujer delante del pozo, le dijo: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá á tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.” (Juan 4:13-14)

Nuestra fe nos dice que el agua es un regalo de Dios para ser compartido con toda la creación. Este entendimiento del fluir de las aguas gracias a la bondad de Dios, es apreciado claramente en la Iglesia Evangélica Luterana de la Esperanza en Ramala. Allí, en los vitrales, vemos representados los siete días de la creación.  En el centro está el cordero de Dios y la Nueva Jerusalén, con el río de agua de vida fluyendo desde la ventana hacia arriba del altar. Pareciera que al agua fluye desde la Nueva Jerusalén y el altar, pasando por el medio de la congregación.

Ciertamente, esta es una imagen muy hermosa, ¡pero también es una hermosa promesa!  Como bautizados y seguidores de Jesús, nosotros creemos que las aguas de la creación, las aguas de la justicia, las aguas de la paz y las aguas de la igualdad, son regalos de Dios para todo Su pueblo. Estas aguas emergen del corazón de Dios y fluyen al pie de la cruz de nuestro señor Jesucristo.

Pensamientos y preguntas para la reflexión

Durante la época de Cuaresma, preguntémonos a nosotros mismos:

  • ¿En nuestro diario vivir, tratamos al agua como un regalo de Dios o como algo a lo que tenemos derecho?
  • ¿Tenemos sed de justicia en la misma medida que tenemos sed de agua?
  • Aquellos que gozan de los privilegios de poder vivir en medio de justicia e igualdad, generalmente no pueden entender las dificultades que los demás atraviesan. Durante esta Cuaresma, ¿cómo va a incrementar su sed de justicia, de igualdad y de presencia de Dios en su vida?
  • ¿Cuál es nuestra responsabilidad al hablar con quienes no tienen acceso al agua?

Oremos:

Santo Dios, autor de la creación, te agradecemos por el regalo del agua. Incrementa en nosotros la sed de tu presencia durante esta Cuaresma. Abre nuestros ojos para que podamos ver dónde el pecado ha bloqueado el fluir de la justicia.  Abre nuestras bocas para que podamos alentar a todos aquellos que tienen sed de distribución equitativa de todos los bienes de la creación. Abre nuestros corazones para que podamos compartir el agua de vida con todos. Te lo pedimos en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo, un solo Dios, hoy y siempre. AMEN.


* El Reverendo doctor Munib Younan es Obispo de la Iglesia Luterana en Jordania y Tierra Santa y uno de los Presidentes del Consejo de Iglesias de Medio Oriente. Actualmente es también Presidente de la Federación Luterana Mundial.