Estimados hermanos y hermanas en Cristo:
Gracia y paz a todos ustedes de parte de nuestro Señor Jesucristo, que es “la resurrección y la vida”. Hoy nos reunimos con tristeza y, al mismo tiempo, con profunda gratitud para encomendar el alma de su beatitud el arzobispo Anastasios de Tirana, Durrës y toda Albania al abrazo eterno de nuestro Señor resucitado.
Durante sus últimos días, pudimos sentir cuánto ha sido amado aquí, en Albania, el país en el que prestó un largo e infatigable servicio al pueblo que llegó a estar tan cerca de su corazón. Oímos hablar del formidable líder espiritual que ha sido y de su talante integrador como dirigente de iglesia en toda la comunidad ortodoxa. Permítanme que añada la voz del movimiento ecuménico mundial.
Para nosotros, el arzobispo Anastasios ha sido una gran autoridad espiritual: un extraordinario teólogo firmemente arraigado en su tradición y, a la vez, con un horizonte maravillosamente amplio. Y ha sido un querido hermano en Cristo, amado por todos por su humildad, su cordialidad y su amor. Durante décadas, fue una de las figuras ortodoxas más influyentes en el movimiento ecuménico, una figura sobresaliente cuyas contribuciones al Consejo Mundial de Iglesias (CMI) han dado forma a su misión y ampliado su visión. En el ejercicio de su cargo como presidente del CMI (por nombrar solo uno de los muchos), fue un teólogo visionario y un dirigente pragmático que contribuyó en gran medida a la misión del CMI de reunir a las iglesias en torno a un entendimiento mutuo y un testimonio común. Su extensa obra teológica aborda cuestiones fundamentales, como la misión de la iglesia en un mundo plural, el diálogo interreligioso, la protección medioambiental, la teología de la reconciliación, la justicia social y el papel de la iglesia a la hora de hacer frente a las desigualdades económicas mundiales. Estos trabajos siguen siendo una poderosa fuente de inspiración que alienta a cristianos de todo el mundo a trascender las divisiones, promover el entendimiento mutuo y ser un signo de unidad en este mundo dividido.
El arzobispo Anastasios organizó numerosas reuniones y consultas ecuménicas, ofreciendo plataformas para el diálogo y la reflexión conjunta sobre cuestiones mundiales acuciantes. También se dedicó de manera inquebrantable a empoderar a los jóvenes y promover el papel de las mujeres en la iglesia.
Su teología fue muy relacional. Ejemplificó ese ecumenismo del corazón que es una tan gran fuente de estímulo para nuestro compromiso en el movimiento ecuménico, al promover relaciones entre diversas denominaciones y tradiciones religiosas. Su comprensión de la unidad estuvo muy arraigada en la visión trinitaria de Dios como una comunión de amor, una comunión que llama a la iglesia a reflexionar sobre esta unidad en su propia vida y misión. Nos recordó que el ecumenismo no es una actividad secundaria, sino central en la misión y vocación de la iglesia. Cristo no está dividido, ¿cómo podemos estar divididos nosotros como pueblo de Dios?
Por lo tanto, ahora que honramos su memoria, asumamos de nuevo la tarea ecuménica con firmeza y determinación, inspirándonos en la vida que tan fielmente llevó. El arzobispo Anastasios personificó el lema de la última Asamblea del CMI celebrada en 2022: “El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad”. Prosigamos su misión profundizando nuestro espíritu de comunidad como cristianos y expresando nuestra solidaridad con todas las personas de buena voluntad.
Dios derramó abundantes bendiciones sobre la vida del arzobispo Anastasios. Y de su vida salieron muchas bendiciones para muchas personas. Nosotros en el CMI hemos recibido una parte abundante. Alabamos a Dios por su vida. Lo volvemos a dejar en los brazos de Dios con enorme gratitud. Y confiamos en que ahora entre en el reino de Dios, donde ya no hay sufrimiento, donde se enjugan todas las lágrimas y donde no hay más que paz.
Amén.