Nota introductoria

Todas las asambleas del Consejo Mundial de Iglesias han publicado un mensaje para transmitir la experiencia de la Asamblea y la naturaleza inspiradora de su trabajo. Difundimos este mensaje para su lectura en todas las congregaciones de nuestras iglesias miembros y su publicación en todos los medios de comunicación de las iglesias. Esperamos que sea ampliamente traducido y utilizado. Nos gustaría que fuera debatido, analizado y abordado desde la reflexión y la oración, ya que representa las deliberaciones y oraciones de las más de cuatro mil personas que han participado en la Asamblea, en su búsqueda de la unidad que ofrece Cristo. Les confiamos ahora este mensaje, pidiéndoles que lo transmitan a toda la comunidad cristiana y personas de buena voluntad para que juntos nos unamos para descubrir formas en que el amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad.

 

Un llamado a actuar juntos

“El amor de Cristo nos impulsa” (2 Co 5:14)

“Vengan en pos de mí”

  1. Desde los tiempos de su paso por la Tierra, y aún en el presente, Jesús dirige constantemente estas palabras a todos los seres humanos. La vida, las palabras y las obras de Jesús son una invitación constante al movimiento: de un lugar físico a otro, de un grupo de personas a otro, de una mentalidad a otra. Por encima de todo, en medio de los problemas del mundo, Jesús nos llama a venir a él y a permanecer en su amor, un amor que se ofrece por el mundo entero (véase Mateo 11:28).
  2. El último libro de la Biblia, el libro del Apocalipsis, habla de las antiguas fuerzas del sufrimiento humano que actúan en el mundo: la guerra, la muerte, la enfermedad y el hambre. Cuando la Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias se reunió en Karlsruhe en 2022, fuimos conscientes de sus manifestaciones en el mundo actual, que dejan a su paso una estela de injusticia y discriminación en contextos en los que quienes tienen el poder a menudo lo utilizan para oprimir a otras personas en lugar de para fomentar la inclusión, la justicia y la paz.
  3. Las personas, los pueblos y los países también se enfrentan a catástrofes que se derivan directamente de una relación irresponsable y quebrantada con la creación que ha conducido a la injusticia ecológica ya la crisis climática. Conforme se acelera la emergencia climática, aumenta también el sufrimiento que experimentan las personas pobres y marginadas.
  4. Sin embargo, hemos proseguido nuestra peregrinación juntos como Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en un espíritu de anticipación y esperanza, e incluso de alegría, porque, por el poder del Espíritu Santo, la invitación de Cristo sigue estando abierta a todas las personas y, de hecho, a toda la creación.
  5. “El amor de Cristo lleva al mundo a la reconciliación y la unidad”. Este amor, en respuesta al clamor de los que sufren, nos interpela a acudir a Él en solidaridad, y a responder y actuar en favor de la justicia. Estamos llamados a reconciliarnos en el amor de Dios y a dar testimonio del amor revelado en Cristo (1 Juan 4:9-11).
  6. La reconciliación es un movimiento hacia Dios y hacia el prójimo. Implica estar en disposición de escuchar a Dios y a los demás. Es una conversión del corazón que nos lleva del egoísmo y la apatía a la inclusión y el servicio, reconociendo nuestra interdependencia con la creación. Confesamos que, aunque deseamos de todo corazón servir a Dios y al prójimo, nos hemos encontrado con fracasos y desacuerdos y, en ocasiones, hemos ido en direcciones opuestas. Confesamos que necesitamos el poder transformador del amor de Cristo para avanzar hacia un mundo verdaderamente reconciliado y unido.
  7. Los cristianos y las estructuras que hemos establecido hemos sido cómplices del abuso de otras personas, y debemos arrepentirnos y unirnos a este movimiento de reconciliación. Frente a la guerra, la desigualdad y los pecados contra la creación hoy, el amor de Cristo nos llama a todos al arrepentimiento, la reconciliación y la justicia.

Nuestro camino juntos

  1. En nuestra Asamblea, en el contexto de toda nuestra diversidad, hemos aprendido nuevamente que estamos llamados a emprender juntos una peregrinación de justicia, reconciliación y unidad.
  • Aquí reunidos, en Alemania, percibimos el costo de la guerra y la posibilidad de reconciliación;
  • escuchando juntos la palabra de Dios, reconocemos nuestra vocación común;
  • escuchando y hablando juntos, nos convertimos en prójimos más cercanos;
  • lamentándonos juntos, nos abrimos al dolor y al sufrimiento de los demás;
  • trabajando juntos, aceptamos emprender una acción común;
  • celebrando juntos, nos deleitamos con las alegrías y esperanzas de los demás;
  • orando juntos, descubrimos la riqueza de nuestras tradiciones y el dolor de nuestras divisiones.

“Vayan por todo el mundo”

  1. Desde el momento en que ascendió al cielo, y aún en el presente, Cristo da constantemente este mandato a todos los que lo siguen.
  2. La reconciliación nos acerca a Dios y al prójimo, y abre el camino hacia una unidad fundada en el amor de Dios. Como cristianos, estamos llamados a vivir en el amor de Cristo y a que todos seamos uno (Juan 17). Esta unidad, que es un don de Dios y que surge de la reconciliación y se fundamenta en su amor, nos permite abordar los problemas urgentes del mundo. Encontraremos la fuerza de actuar desde una unidad que tiene su fundamento en el amor de Cristo, pues nos permite aprender qué es lo que conduce a la paz, transformar la división en reconciliación y trabajar por la sanación de nuestro planeta vivo. El amor de Cristo nos sostendrá a todos en la tarea de acoger a los demás y superar la exclusión.
  3. En esta reunión de trescientas cincuenta y dos iglesias miembros con nuestros asociados ecuménicos y amigos de otras comunidades religiosas y de todas las regiones del mundo para buscar la unidad en medio de nuestra diversidad, hemos experimentado ese amor. Juntos, hemos escuchado las voces a menudo marginadas del mundo, como las de las mujeres, los jóvenes, las personas con discapacidad y los pueblos indígenas.
  4. Anhelamos un movimiento más amplio, la reconciliación y la unidad de toda la humanidad y, de hecho, de todo el cosmos. Se trataría de una unidad en la que Dios nos traería justicia y nos pondría a todos en pie de igualdad, y a través de la cual se puede renovar y fortalecer la creación. Confiamos en el amor de Cristo para actuar y promover la justicia climática. Unimos nuestras voces a las de la Asamblea de Ámsterdam (1948) para afirmar que “la guerra es contraria a la voluntad de Dios”, y a las de la Asamblea de Nairobi (1975) para afirmar que “el racismo es un pecado contra Dios”. Lamentamos tener que repetir estas declaraciones.
  5. En nuestra Asamblea, hemos empleado muchas palabras, pero, a partir de ellas, hemos formulado una nueva resolución. Ahora, pedimos la ayuda de Dios para transformar nuestros compromisos en acción. Nos comprometemos a trabajar con todas las personas de buena voluntad. Al tiempo que reflexionamos sobre los frutos de nuestro trabajo en Karlsruhe, invitamos a todas las personas a unirse en una peregrinación. Porque, en Cristo, todas las cosas son hechas nuevas. Su amor, que está abierto a todos incluidos los últimos, los más pequeños y los que se hayan perdido y que se ofrece a todos, puede impulsarnos y empoderarnos en una peregrinación de justicia, reconciliación y unidad.