En nombre del Consejo Mundial de Iglesias, me uno a ustedes hoy para honrar al arzobispo emérito Desmond Tutu, encomendar su alma al cuidado amoroso de Dios y dar gracias por su servicio como siervo de Dios, eclesiástico de fe profunda y ecuménico comprometido, y por su lucha durante décadas por la dignidad humana.
En Desmond Tutu todos fuimos testigos de un hombre de muchos dones y logros, como educador y clérigo, como líder en la lucha por la liberación aquí y en el extranjero, como esposo, padre y amigo y en su búsqueda de la reconciliación. Pero aquí, en esta casa de Dios, yo elogiaría una pasión indispensable en todo lo que hizo: su fe permanente. Desmond Tutu fue, en primera y última instancia, un hombre de Dios.
Pero su fe no fue una búsqueda solipsista de certeza, seguridad o confort terapéutico. Fue más bien la confianza en la actividad y la presencia amorosa de Dios entre nosotros, la afirmación obsequiosa de Dios de nuestra humanidad y el ardor por la justicia con el que Dios impulsa la acción profética. La fe de Desmond Tutu fue ecuménica en el sentido más amplio y motivó la lucha contra la división en una misión fervorosa por el reino de Dios.
En su trabajo con el Consejo Mundial de Iglesias en la década de los setenta vimos que su compromiso por la educación teológica creció para incluir áreas cada vez más amplias de opresión y liberación que dieron como resultado su perspectiva panafricana y su acogimiento de la teología de la liberación negra para África.
En su ministerio como obispo y luego como arzobispo vimos como trabajó para reformar la iglesia reconociendo completamente los dones y el ministerio de las mujeres y uniendo a los cristianos de todas las razas y clases en una sola familia.
En su estilo de liderazgo en el Consejo Sudafricano de Iglesias presenciamos su compromiso con la oración común y con la toma de decisiones por consenso, incluso cuando el consejo se enfrentó a asuntos delicados de identidad nacional y dignidad humana.
En sus oraciones y sermones vimos como elevó continuamente los imperativos sagrados que nos presenta la fe. Cuando se trata de los derechos humanos y la dignidad de las mujeres, migrantes y apátridas, de los oprimidos en cualquier lugar, ¿qué otra alternativa auténtica tenemos? Como él lo planteó, “ser neutral en estas situaciones de injusticia es elegir el lado del opresor”.
En su largo trabajo público contra el apartheid y en pro de la reconciliación nacional, vimos como su fe lo llevó a la esperanza en la confesión, el perdón y la reconciliación, incluso cuando parecían ser difíciles y exigentes, siempre “buscando la luz, a pesar de toda la oscuridad”.
Este es el tipo de fe que expresa su querida noción de Ubuntu que, como dijo, “se refiere a la gentileza, a la compasión, a la hospitalidad, a la apertura hacia los demás, a la vulnerabilidad, a estar disponibles para los demás y saber que estamos enredados con ellos en la madeja de la vida”.
Al final, es la fe ecuménica de Desmond Tutu lo que lo hizo uno de nosotros, único para nuestros tiempos y para siempre.
En su memoria, alimentemos la llama del amor de Dios en nuestras vidas, como en la suya, permitiendo que nos consuma y arda en nosotros la sed de conexión y hospitalidad, libertad y dignidad, para impulsar el sueño de Dios, como lo dijo él, “que tú y yo y todos nosotros nos demos cuenta de que somos familia, que estamos hechos para la unidad, la bondad y la compasión”.
Todos digan, “amén”.
Rev. Prof. Dr. Ioan Sauca
Secretario General Interino
Consejo Mundial de Iglesias