Oh Dios, ¿por qué te mantienes distante?
Aún parece que fue ayer cuando nos dábamos la mano para cruzar esta barrera que se ha interpuesto entre nosotros durante tanto tiempo y, sin embargo, ahora nos consideramos enemigos en lugar de hijos de Dios. La comunicación que se daba entre nosotros en aquellos momentos en los que estábamos llenos de esperanza, ahora se ha visto interrumpida, y solo vientos de miedo y vejación soplan sobre nosotros. Ya no queda nada de nuestros acuerdos; las minas terrestres jalonan todos los caminos; en todos los valles resuenan ecos de rencor y, en todas las colinas, se erigen puestos de vigilancia. Nos han dicho: “tenemos que lograr hacernos más fuertes que ellos, y hacerlo más rápido”, y ahora también nos dicen que debemos hacernos con armas nucleares. ¿Por qué, oh, Dios, te mantienes distante?

Oh Dios, ¿por qué te escondes en momentos de angustia?
Aunque por todas partes ya nos llegan noticias de guerra incesantemente, nos estamos preparando para otra gran guerra. Los buques de guerra de otras naciones van y vienen frente a las costas de la península de Corea, conforme se va haciendo acopio de bombas y misiles. Por si fuera poco, estamos uniendo fuerzas con las de otras naciones para hacer de esto una batalla aún mayor. Nos dicen: “Tenemos que prepararnos para la guerra para que no nos hagan caer y para que no sufran las generaciones que nos sucedan”, y llena está su boca de maldiciones, de mentiras y amenazas. ¿Por qué, oh, Dios, te escondes en momentos de angustia?     

Oh Dios, levántate y muéstranos tu rostro
Señor, cuando nos caigamos, levántate con nosotros. Haz que podamos levantarnos cuando derramemos ante ti, oh, Dios, nuestros persistentes pecados de ignorar y justificar nuestra historia de guerra y odio, nuestro pecado de larga data de dejarnos arrastrar por la hostilidad, maldiciendo a nuestros hermanos, y nuestro pecado de desmoralizarnos en situaciones de desesperación y decepción. Habremos de levantarnos.

Levanta, oh Dios, tu brazo
Oh Dios pacificador, alza tu mano. Dios pondrá las manos de nuestro pueblo a trabajar para la obra del Dios que prometió la paz, y que afirma: “yo os sanaré”; para la obra de convertir las espadas en rejas de arado, de derribar el muro que se interpone en nuestro camino; así pues, levanten sus manos. Nos esforzamos por levantar nuestras manos.

Oh Dios, no te olvides de nosotros
Concédenos el deseo de la paz. Graba fervientemente estas palabras en todas las iglesias de Corea del Norte y Corea del Sur: “no desfallezcamos hasta que se alcance la paz”. No te olvides de nosotros, Oh, Dios, cuando confesamos la verdad de que todos somos un solo cuerpo entretejido en los hilos del Espíritu Santo; de que somos un solo cuerpo sirviendo al Dios de la Paz con un mismo espíritu, y de que creemos que la paz, la reconciliación y la reunificación son nuestra vocación. No nos rendiremos.

Dios nuestro, ya que eres el Dios de la Paz para siempre, no permitas que quienes incurren en la mentira y la violencia pongan el pie en la península de Corea. Que, de este modo, todas las personas del Sur y del Norte, del Norte y del Sur, unamos nuestras manos y podamos vivir nuestras vidas juntos.

En el nombre de Jesús, te rogamos.

15 de agosto de 2024

Consejo Nacional de Iglesias de Corea
Comité de Reconciliación y Reunificación