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Por Jocabed Reina Solano Miselis*

Texto: Joel 1:4; 2:25

Lo que dejó el enjambre de langostas,
    lo comió la langosta grande.
Lo que dejó la langosta grande,
    lo comió la langosta pequeña.
Lo que dejó la langosta pequeña,
    lo comió la langosta joven.

    Yo los compensaré a ustedes
    por los años en que todo lo devoró
    ese gran ejército de langostas
    que envié contra ustedes:
    las grandes, las pequeñas,
    las jóvenes y los saltamontes.

Reflexión

El libro de Joel, en los versículos 1:4 y 2:25, ofrece una poderosa reflexión sobre las devastadoras consecuencias ecológicas de una invasión militar. La metáfora de una plaga de langostas como ejército invasor refleja la capacidad de la guerra para devastar los ecosistemas, evidenciando el impacto en la subsistencia de las comunidades. Este contexto resuena con los graves desafíos ambientales que enfrentan los pueblos indígenas hoy en día, quienes a menudo son los primeros en sufrir los estragos de la explotación de sus riquezas, pero a las que suelen llamar "recursos". En un mundo capitalista, estas riquezas se consideran recursos como mercancías, en contraste con la cosmovisión indígena que las reconoce como dones de la Tierra.

La caída del tirano extranjero, celebrada en textos como Joel, nos conecta con las luchas contemporáneas por la justicia social y ambiental. La denuncia de la explotación de la Tierra y de las personas refleja las aspiraciones de quienes sufren las consecuencias del imperialismo y la colonización, quienes también desean presenciar la caída de sus opresores. La esperanza de un futuro mejor mantiene viva la llama en los corazones de quienes luchan por construir un mundo más equitativo.

Hace unos años visité Bolivia y visité la comunidad Kira en Alto de la Paz. Uno de los encuentros más conmovedores que tuve fue ver el imponente Illimani, que en aymara tiene varios significados etimológicos, uno de ellos es el Gran Halcón, Gran Ancestro, Gran Protector. Esto evoca en nosotros la sacralidad de esta montaña. Y mientras le preguntaba a mi hermana Juana Condori Quispe, una querida amiga de muchos años, qué pensaba su gente sobre el Illimani, ella muy amablemente me contaba los sentimientos y pensamientos de su gente:

Todas las leyendas aymaras se asocian con las montañas; en las imágenes, todas están cubiertas de hielo y nieve. En todas las leyendas, siempre representan el lugar donde se protege lo sagrado. Para los aymaras, son nuestros apus o achachilas , «ancestros, abuelos». Los espíritus y las almas van a las montañas y luego regresan en la festividad de Todos los Santos.

Y este no debería ser nuestro sentimiento como humanidad, como seguidores de Jesús. La Tierra es nuestra antepasada, maestra, gran teóloga, pues antes de la existencia humana ya existían las montañas: los apus, como dice Juana; el Yala , como dice la nación gunadule. Continúa contándome sobre las leyendas aymaras, que en sus imágenes siempre muestran glaciares cubriendo las cumbres; son testigos del tiempo y de la vida misma.

Pero hoy, esos glaciares están en peligro, y con ellos, la conexión sagrada que tienen con su pueblo, no solo con los aymaras, sino con todos los seres vivos. Incluyendo a los gunadules y a los hermanos y hermanas no humanos con quienes cohabitamos en el territorio, ya que el nivel del mar afecta nuestras tierras, que, dicho sea de paso, el año pasado tuvimos la primera isla desplazada (Carti Sugdub) en el Caribe gunadule, debido al cambio climático. Así dicen los pueblos indígenas: todas las relaciones son importantes. Cuando escucho la canción del abuelo y la abuela de la comunidad gunadule mientras nos dan consejos sobre cómo vivir en armonía con la tierra, siento la fuerza, la esperanza y el anhelo de una vida plena para toda la creación; incluyendo a los seres humanos. No puedo evitar sentir la tristeza por la pérdida de los glaciares, ya que también es una pérdida de memoria, de identidad para los pueblos indígenas que viven cerca de ellos; si no también para los pueblos indígenas de todo el mundo. Juana me recordó que cuidar estos glaciares es cuidar nuestras raíces, nuestra cultura. «Los glaciares son la vestimenta, el poncho sagrado de nuestras montañas», me dijo con tristeza.

Estas palabras resonaron en mi corazón. Recuerdo una vez más lo que dicen mis abuelas: que las montañas no solo dan agua, sino que son símbolo de vida, de lucha, de esperanza.

La sabiduría de los pueblos indígenas, como la de los gunadule, enriquece nuestra búsqueda de soluciones a la crisis climática. Prácticas sostenibles como el sistema Nainu , que promueve la diversificación de cultivos, fortalecen nuestro vínculo con la Tierra y actúan como escudos contra fenómenos meteorológicos extremos. Este enfoque permite a nuestras comunidades ser resilientes, preservando la biodiversidad y honrando la profunda conexión que tenemos con cada rincón de nuestro hogar. Las tradiciones de los pueblos indígenas ofrecen un legado invaluable que debemos reconocer y valorar. En África Occidental y en las comunidades aborígenes de Australia, encontramos métodos tradicionales que no solo son eficaces, sino que también demuestran respeto e interdependencia entre todos los seres vivos. La crisis climática nos exige actuar juntos, inspirados por el rico patrimonio de nuestros pueblos. Al contemplar el monte Illimani, cargado de tristeza pero también de esperanza, recuerdo que todas las relaciones importan. La conexión que compartimos, el cordón umbilical que nos une, es un llamado urgente a cuidar nuestra Tierra.

Al escuchar a Juana y reflexionar sobre nuestras visiones compartidas, así como las del profeta Joel en medio de la devastación causada por las guerras y la actual situación de los glaciares, aunque sé que vivimos tiempos difíciles, hay una fuerza inquebrantable en nuestra unión, en nuestras historias y en nuestro amor por la Tierra, en nuestra espiritualidad y en la fe en Jesús. La necesidad de reconocer y valorar este conocimiento indígena no es solo un imperativo ético, sino esencial para el bienestar de nuestro planeta y de las generaciones futuras. La herencia de nuestros pueblos nos enseña que cuidar la Tierra es cuidarnos a nosotros mismos. A pesar de ello, experimentamos exclusión en muchos espacios; en muchos países, los Estados no reconocen a los pueblos indígenas, y mucho menos sus prácticas, a pesar de existir evidencia muy concreta. Sabemos que el 80% de la biodiversidad proviene de pueblos indígenas. En muchas investigaciones científicas, se extraen datos, estudios y análisis de las comunidades y no se les da crédito, creando nuevas formas de colonialismo, como el colonialismo verde y azul, entre otros.

Preguntas:

  • ¿Cuál es el llamado de Dios para nosotros durante esta Cuaresma frente a los sistemas de muerte e injusticia que viven hoy los pueblos indígenas?
  • ¿Cuál es nuestra ética de vida como seguidores de Jesús ante la amenaza que enfrentan los glaciares?

Por lo tanto, hago un llamamiento a la Iglesia y a todos aquellos en puestos de influencia: es imperativo que todos participemos en la negociación, con un espíritu de colaboración y respeto. La interdependencia de nuestras comunidades y el entorno natural nos enseña que estamos conectados por un hilo común, y las decisiones que tomamos impactan a todos. Al incorporar las voces de los pueblos indígenas, especialmente en la búsqueda de soluciones climáticas, todos nos beneficiamos.

La urgencia de honrar y valorar nuestro conocimiento colectivo es un llamado que no podemos ignorar. Un lugar en la mesa debe ser un espacio donde todos tengamos voz, un espacio donde la espiritualidad, la sabiduría y la acción puedan unirse. Al cuidar los glaciares, cuidamos nuestra memoria, nuestra vida y un futuro esperanzador para las próximas generaciones. Juntos, enfrentemos la crisis climática, construyendo un futuro más justo y equitativo para todos, donde cada corazón y cada voz cuenten. Y como dicen los Gunadules y los Aymaras , si las montañas sagradas son nuestros abuelos, se visten de diferentes colores, se visten con la mola ancestral, dicen mis abuelas Gunadule , es decir, se visten con la diversidad de plantas, flores, hielo y nieve que existen en Abya Yala . Para que los glaciares sigan vestidos con su poncho blanco, embelleciendo y alimentando nuestras tierras; necesitamos que los pueblos indígenas estén cultivando, cosechando, preparando y comiendo en la mesa.

Acción:

  • Investigar cómo el derretimiento de los glaciares afecta al planeta.
  • Abogar por la reducción del CO2 las emisiones en un 45% en la próxima década y a cero después de 2050, con el fin de frenar el calentamiento global.
  • Espíritu de Vida, te pedimos que nuestras prácticas diarias y comunitarias sean sensibles, reconociendo la profunda conexión entre la crisis climática y la exclusión de los pueblos indígenas.

Recursos:

https://climatepromise.undp.org/es/news-and-stories/los-knowledge-indigenas-son-cruciales-para-la-lucha-contra-el-cambio-climatico

https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000392330_eng

https://fundacioncarlosslim.org/ano-internacional-de-los-glaciares-2025-la-importancia-de-preservar-estas-importantes-reservas-de-agua/

https://jocabedsolano.com/voces-indigenas/

Jocabed Reina Solano Miselis , hija de la nación gunadule de Panamá, es activista indígena. Actualmente forma parte del Grupo de Referencia de Pueblos Indígenas del CMI, es Comisionada del Comité de Justicia Climática y Desarrollo Sostenible (CCJSD) del CMI y miembro del Grupo de Trabajo sobre Biodiversidad del CMI. También se desempeña como Directora de Memoria Indígena.