Por la Revda. Dr Anupama Hial*
Texto:
“Oh, todos los sedientos, ¡vengan a las aguas! Y los que no tienen dinero, ¡vengan, compren y coman! Vengan, compren sin dinero y sin precio vino y leche” (Isaías 55:1).
Reflexión
Mientras llegamos al periodo de Cuaresma, me gustaría transmitir y conectar el mensaje del primer versículo del capítulo 55 de Isaías con la situación de las personas que tienen sed de justicia hídrica, centrándome especialmente en las mujeres dalit de la India.
India figura entre los países en desarrollo más vulnerables, especialmente en lo que a los riesgos asociados al cambio climático se refiere. Los pueblos indígenas y las poblaciones marginadas están expuestos y son sensibles a los efectos del cambio climático debido a que sus medios de vida dependen de los recursos naturales y sus hogares se encuentran en lugares vulnerables. El 75 % de la población depende de la agricultura, y la estacionalidad del empleo de base agrícola en las zonas rurales de la India implica que las comunidades corren el riesgo de no tener opciones de subsistencia durante todo el año. El acceso al agua siempre ha sido un gran desafío para las comunidades marginadas. Las mujeres, en concreto, están en una situación de riesgo mayor, principalmente porque son parte integrante en la agricultura, ya que dos de cada tres mujeres trabajan en el campo. El agua desempeña un papel esencial y decisivo en todos los aspectos de la vida, especialmente en el medio ambiente, la agricultura, la producción de alimentos y la seguridad alimentaria.
En mi caso, como mujer dalit criada bajo las montañas, estoy conectada y profundamente enraizada con jal, jangle y zameen (el agua, el bosque y la tierra). Nuestras vidas, nuestro sustento y nuestros derechos proceden de la naturaleza. Por consiguiente, la justicia climática y los derechos indígenas van de la mano. Como mujer dalit, también crecí enfrentándome y presenciando muchos casos de discriminación por “intocabilidad” por parte de la casta dominante en nuestra comunidad vecina. Aunque vivía en un “recinto misionero”, donde vivían todos los cristianos y cristianas dalit, recuerdo que teníamos un pozo en medio del recinto. Era la única fuente de agua para unas 33 familias. Todos los días, las mujeres de la familia iban a buscar agua para lavar la ropa, lavar los platos y bañarse. En época de lluvias, el agua solía estar muy turbia y en verano no era suficiente para todos, porque el pozo solía secarse. Durante gran parte del año, sufríamos escasez de agua. Cuando esto ocurría, las mujeres del recinto misionero salían con sus ollas a buscar agua al pozo perforado del barrio vecino, que estaba a pocos metros. Las personas de la casta dominante que vivían alrededor del pozo se oponían enérgicamente a que las mujeres accedieran a él. A menudo se podían presenciar peleas y altercados verbales y, finalmente, gracias a la intervención de algunos ancianos del pueblo —después de esperar durante horas—, conseguíamos algo de agua para nuestras necesidades diarias. Tras años reivindicando el derecho a disponer de agua potable, el Gobierno ha puesto en marcha un proyecto para que todas las casas dispongan de agua corriente procedente de un depósito público común. Sin embargo, sigue habiendo un problema de acceso a agua y a agua potable, y son las mujeres las que más lo sufren porque para el trabajo doméstico y la crianza de los hijos se necesitan alimentos y saneamiento.
En 1927, B. R. Ambedkar luchó por los derechos hídricos y lideró la Mahad Satyagraha (resistencia no violenta en Mahad, India) para permitir a los y las intocables acceder al agua de un depósito público. Las protestas de Ambedkar supusieron un gran avance en materia de justicia social y derechos básicos de la comunidad dalit. En la actualidad, la lucha de la comunidad dalit sigue en pie y el movimiento como tal debe continuar para empoderar a los dalits para que accedan a derechos básicos como el derecho al agua.
En todo el mundo, las mujeres asumen la mayoría de las responsabilidades familiares. En la India rural, las mujeres dalit asumen la carga de recoger agua en zonas remotas y aisladas porque las comunidades de castas superiores no les permiten acceder a los recursos hídricos del pueblo. Deben caminar largas distancias para recoger agua, lo que provoca numerosos riesgos para su salud, y muchas están expuestas a violencia física y sexual. Además, las mujeres y las niñas son vulnerables a enfermedades como la diarrea, la hepatitis y las infecciones bacterianas por consumir agua contaminada. Es muy frecuente que las niñas de las zonas rurales de la India abandonen la escuela, principalmente por falta de aseos privados y de acceso a agua potable durante la menstruación. Por otra parte, en las zonas urbanas algunas escuelas disponen de aseos; pero a las niñas dalit no se les permite utilizar ni los aseos ni el agua. Además, se ven obligadas a limpiar los aseos después de las clases, ya que el sistema de castas indio convierte a los dalit en los encargados por defecto de las labores de saneamiento. El agua es un don gratuito de Dios y un derecho básico, pero, desgraciadamente, solo es accesible para un puñado de categorías de personas, de ahí que gente muchas partes del mundo estén sedientas de justicia hídrica. Sin embargo, los planteamientos bíblicos y teológicos nos llevan a actuar por la justicia.
Isaías 55 es conocido como el cuarto y último “canto del siervo”, y constituye una invitación muy importante de Dios a los necesitados de agua, vino y pan. Isaías nos dice que Dios está llamando al pueblo de Judá, que necesita misericordia, y esta misericordia solo proviene de Dios. En otras palabras, es una invitación a las personas necesitadas física y espiritualmente. Los capítulos anteriores transmiten el mensaje profético de Isaías. Presagia el sacrificio del hijo de Dios, Jesucristo, que daría su vida en la cruz por el mundo. El mismo Jesús que también tuvo sed y necesidad de agua en la cruz, se solidariza con las personas necesitadas de agua y alimentos y se identifica con los marginados sedientos de justicia. Es importante observar los sentimientos de Dios en esta palabra de invitación que expresa todo el alcance de su conexión emocional. En definitiva, Dios siente emoción, dolor y aflicción por la situación que viven las personas marginadas como los dalits.
Isaías 55 tiene la connotación de la realidad de las personas sedientas y hambrientas de justicia. En este pasaje se puede ver un fuerte llamado: “todos los sedientos, ¡vengan a las aguas!”. La sed es una necesidad humana que todos compartimos. Todo ser humano en este mundo experimenta el deseo de saciar su sed física. Jesús se dirigió a la mujer samaritana pidiéndole agua, utiliza la metáfora del agua para señalar que conduce a la vida eterna (Juan 4:14). Se necesita dinero para beber y para comer; pero todos y todas están invitados a venir y beber del agua que Cristo ofrece sin dinero, sin precio.
Todas las personas tienen derecho al agua, pues es un don gratuito. Naciones Unidas insta a lograr el acceso universal al agua y saneamiento para todas las personas sin discriminación alguna. Por lo tanto, el agua debe estar disponible, ser accesible, asequible, segura y aceptable para todos. En Isaías y en toda la Biblia, se describe a Dios como el agua viva. La invitación es a venir a estas aguas y encontrar la vida. La responsabilidad ética y teológica de la Iglesia es abogar por los que no tienen acceso al agua y ayudar a proteger el agua como recurso vital.
Para concluir, me gustaría añadir que la creación es un don de Dios (Salmo 19:1-6). Es esencial que descolonicemos la actitud dominante hacia la creación y que construyamos una teología indígena basada en los derechos, en la que se promueva el cuidado de la creación y se motive a la gente a luchar por sus derechos. La Cuaresma nos invita a reconocer las luchas de las mujeres dalit por el derecho al agua y nos ayuda a proclamar la verdadera comprensión del sufrimiento de Jesús en la cruz, y cómo Él está unido con las personas a las que se les niegan sus derechos básicos. Esto genera una fuente de esperanza para los dalits y todas las personas marginadas de la sociedad. Al identificarnos con la humanidad sufriente y sedienta de justicia, podemos experimentar la Cruz en nuestras vidas y llegar a la resurrección: una nueva vida con toda su plenitud.
La palabra “Dalit” significa aplastado, roto, oprimido. Los dalits no forman parte del sistema de castas de cuatro categorías de la sociedad india. Por lo tanto, están fuera de la casta y son una comunidad socialmente discriminada. Las mujeres dalit sufren tres tipos de discriminación: de casta, de clase y de género. Las experiencias de las mujeres dalit, sobre todo las relacionadas con el acceso al agua, están condicionadas por su casta y su género.
La palabra "intocabilidad" es un término utilizado para describir las prácticas nocivas de discriminación que sufren a diario las comunidades dalit, porque se las considera sucias o contaminadas. Por ello, a los dalit no se les permite entrar en los templos hindúes ni utilizar las mismas fuentes hídricas del pueblo, y ni siquiera se les permite entrar en algunas partes de las casas hindúes, como la cocina y las salas de culto.
La Rvda. Dra. Anupama Hial es una pastora luterana de la India que actualmente trabaja como pastora ecuménica en el Centro de Relaciones Ecuménicas de la Iglesia en el Norte en Todo el Mundo, Alemania. Lleva mucho tiempo trabajando por los derechos de las mujeres y los derechos humanos.
Zafar Imarn, El cambio climático en la protesta de los agricultores indios, New Security Beat: 4 de febrero de 2021. Cambio climático, migración y protección social https://reliefweb.int/report/india/connecting-dots
https://www.cgiar.org/news-events/news/cgiar-celebrates-international-womens-day-2021/
https://main.sci.gov.in/AMB/mahadsatyagraha.php
Gaelle Ferrant, Luca Maria Pesandoy Keiko Nowacka, Centro de Desarrollo de la OCDE 2024, https://www.oecd.org/dev/development-gender/Unpaid_care_work.pdf