Texto: Isaías 55:1

«Oh, todos los sedientos,

    ¡vengan a las aguas!

Y los que no tienen dinero,

    ¡vengan, compren y coman!...

vengan, compren sin dinero y sin precio […]».

Reflexión

«El agua es un símbolo de vida. La Biblia afirma que el agua es la cuna de la vida, la expresión de la gracia de Dios concedida perpetuamente a toda la creación (Gen. 2:5 5ss.). Es la condición básica de toda la vida sobre la tierra (Gen. 1:2ss.) y ha de conservarse y compartirse en beneficio de todas las criaturas y de toda la creación. El agua es fuente de salud y bienestar y exige de nosotros, los seres humanos, una acción responsable, como copartícipes y sacerdotes de la Creación (Rom. 8:19 ss., Apoc. 22). Como iglesias, estamos llamados a participar en la misión de Dios de engendrar una nueva creación en la que se asegure a todos vida en abundancia (Juan 10:10; Amós 5:24). Por ello, hay que denunciar y actuar cuando el agua que da la vida se halla amenazada de forma tan sistemática y generalizada».

– Fragmento de la Declaración sobre «El agua para la vida», Novena Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, Porto Alegre, 2006 [1]

Desde principios del 2000, las cuestiones relacionadas con el agua han estado en la primera línea de los gobiernos, de las Naciones Unidas y de las organizaciones de la sociedad civil. Lo que muchos daban por hecho –que el acceso al agua potable ya era un derecho humano–, en realidad, no era cierto. Aunque las discusiones sobre el derecho al agua se remontan a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente de 1972, este no fue una realidad hasta hace poco. La ONU dedicó el período 2005-2015 al Decenio Internacional para la Acción «El agua para la vida». Las múltiples partes interesadas continuaron sus discursos, incluidas las organizaciones religiosas. Esto dio el impulso definitivo para que se reconociera que el agua es un derecho humano. Así, el 28 de julio del 2010, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 64/292, que reconoce explícitamente el agua y el saneamiento como un derecho humano y reconoce que ambos son esenciales para la realización de todos los derechos humanos. La Asamblea General también exhortó a los Estados a que proporcionaran recursos financieros y técnicos a fin de intensificar los esfuerzos para proporcionar agua potable y saneamiento seguros, limpios, accesibles y asequibles para todos.

Pero mucho antes, en el año 2005, varias organizaciones religiosas, concretamente ministerios especializados, como Pan para el Mundo junto con Ayuda de la Iglesia Noruega y la Iglesia de Suecia, entre otros, trabajaron para la creación de una plataforma ecuménica para abordar cuestiones relativas al derecho humano al agua y al saneamiento desde una perspectiva de derechos humanos. Se celebraron varias consultas internacionales en Suiza, Kenia y otros lugares. Se dirigieron al Consejo Mundial de Iglesias para crear una plataforma de este tipo en donde abordar los problemas del agua con el apoyo de estos ministerios especializados.   

El equipo del CMI JPC (Justicia, Paz y Creación) redactó en 2006 un documento titulado «El agua de la vida», donde articuló la necesidad de formar una plataforma, llamada Red Ecuménica del Agua, para abordar cuestiones relacionadas con el derecho humano al agua. En 2006, en la Novena Asamblea del CMI en Porto Alegre, a petición de la asamblea, los participantes emitieron una declaración titulada «El agua para la vida», un fragmento de la cual se cita más arriba. Así nació la Red Ecuménica del Agua como una iniciativa ecuménica del CMI.  

La crisis del agua no ha hecho más que empeorar en medio del cambio climático, pese a los esfuerzos de los gobiernos, la ONU y las OSC. El 6.º Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), «agua y saneamiento para todos» para 2030, puede que no se logre a menos que cuadrupliquemos nuestros esfuerzos colectivos, según el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. Se prevé que, para 2025, dos tercios del mundo experimentarán algún nivel de estrés hídrico. Con más de 2 mil millones de personas que carecen de agua potable gestionada de manera segura y más de 4 mil millones de personas que carecen de saneamiento gestionado de manera segura, nuestros esfuerzos para lograr el 6.º ODS y el derecho humano al agua para todos están lejos de su conclusión.

Por si fuera poco, el embate que supone la privatización del agua se suma a la crisis hídrica mundial. En la mayoría de los países desarrollados, los servicios de abastecimiento de agua estaban en general bajo control público desde el principio, a través de los ministerios y las autoridades gubernamentales relacionados con el agua. Sin embargo, en la década de 1990, la privatización del agua se expandió rápidamente a medida que la IFP (Corporación Financiera Internacional) del Banco Mundial prestó alrededor de 75 mil millones de dólares a los países para proyectos hídricos y de saneamiento que incluían privatizaciones del agua. Los dos gigantes franceses del servicio de aguas, Suez y Veolia, son las empresas privadas de aguas más grandes del mundo (ahora fusionadas) y son responsables de la mayor parte de la privatización del agua en todo el mundo.

Cuando se ofrece la privatización del agua como una solución a los problemas del presupuesto municipal y al deterioro de los sistemas de distribución de agua, se crea un problema mayor que hace que las comunidades tengan que pagar precios más altos, obtengan un servicio peor, pierdan empleos y demás. La motivación principal de las empresas es generar beneficios. Esto influirá en su fijación de precios/tarifas, el servicio que ofrecen, la calidad que ofrezcan, los recortes que realicen, etc. Mientras que el gobierno debe rendir cuentas ante su público, las empresas privadas no están obligadas. 

No obstante, hoy en día cada vez más ciudades están haciendo que su agua sea pública de nuevo. Un informe del Transnational Institute (TNI), la Public Services International Research Unit y el Multinational Observatory sugiere que «180 ciudades y comunidades en 35 países, incluyendo Buenos Aires, Johannesburgo, París, Accra, Berlín, La Paz, Maputo y Kuala Lumpur,  han “remunicipalizado” sus sistemas hídricos en la última década».

Cada parte interesada valora el agua de manera diferente. Para las comunidades religiosas, el agua tiene un fuerte valor espiritual. Para cada creación viviente, el agua es vida. Para las corporaciones y las empresas comerciales, el agua es el «oro azul». La Biblia habla de agua para todos y de agua gratis. «Oh, todos los sedientos, ¡vengan a las aguas! Y los que no tienen dinero, ¡vengan, compren y coman! ... vengan, compren sin dinero y sin precio […]».

(Isaías 55:1).

¿Alguna vez compraría un sándwich por 10 000 dólares estadounidenses? Nadie lo haría, porque sería unas 2 000 veces más caro de lo que vale. ¡Sin embargo, muchos de nosotros hemos pagado por una botella de agua el equivalente a esos «10 000 dólares por un sándwich»! Sí, hemos pagado hasta 10 USD por una botella de agua de 1 litro en un restaurante/aeropuerto, etc. Este precio es alrededor de 2 000 veces más que el del agua del grifo. Sin embargo, el problema con el «agua embotellada» no es solo su precio. El problema es mucho más serio. El agua embotellada viene principalmente en botellas de plástico. Estamos comprando más de 1 millón de botellas de plástico cada minuto.[2] Cuando terminamos de beber el agua en cuestión de minutos, tiramos la botella a un cubo de basura o a un «contenedor de reciclaje». Sin embargo, las estadísticas nos han mostrado que más del 91 % de estas botellas de plástico terminan en vertederos y en los océanos, donde permanecen hasta 1 000 años antes de biodegradarse por completo. Si esta práctica habitual continúa, se estima que para 2050, podría haber más plásticos en los océanos que peces (en peso).[3]

Por eso el Consejo Mundial de Iglesias se ha convertido en una comunidad azul. A fin de cuentas, ¿qué es una comunidad azul? Una comunidad azul tiene que respetar tres criterios: 1) reconocer el agua como un derecho humano; 2) decir NO a la venta y el uso de agua embotellada en lugares donde el agua del grifo se puede beber sin riesgo; y 3) promover el agua potable cuya propiedad, financiación y gestión sea pública (en otras palabras, decir no a la privatización del agua).

Convirtámonos en una comunidad azul y reafirmemos que el agua es un regalo de Dios, un bien común y un derecho humano.

Preguntas:

  1. ¿Cree que el agua debería ser gratuita para todos? Si fuera así, ¿cómo obtendría el gobierno ingresos por la prestación de servicios?
  2. ¿Cree que la privatización del agua resolverá la crisis hídrica mundial?

Acciones:

  1. Explore con sus iglesias/instituciones/universidades: ¿Cómo convertirse en una «comunidad azul»?
  2. Diga NO al agua embotellada si el agua del grifo es segura para beber, o busque alternativas sostenibles.

Recursos: 

Consulte las notas al pie y los enlaces.

* El Sr. Dinesh Suna ha sido el coordinador de la Red Ecuménica de Agua del CMI desde 2013 y reside en Ginebra. Es un luterano de la India. También codirige el flujo de trabajo de la PaRD (alianza Internacional sobre religión y desarrollo sostenible) sobre Agua, Medio Ambiente y Acción Climática (WeCARE). 

 


[1]https://www.oikoumene.org/es/resources/documents/5-statement-on-water-for-life

[2]A million bottles a minute: world's plastic binge 'as dangerous as climate change' [Un millón de botellas por minuto: la borrachera de plástico del mundo 'tan peligrosa como el cambio climático'] | Plástico | The Guardian

[3]By 2050, there will be more plastic than fish in the world's oceans, study says [Para 2050, habrá más plástico que peces en los océanos del mundo, dice un estudio] - The Washington Post.

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Dinesh Suna