¿Por qué Jesús fue crucificado? ¿Cuáles son las implicaciones para el significado que la cruz de Jesús tiene hoy para nosotros? Ahora que se acerca la Semana Santa, intentamos seguir los pasos de Jesús mientras recorre el camino de Jericó a Jerusalén, el último tramo de su viaje, un viaje que terminará con su muerte unos días más tarde.
La siguiente serie de reflexiones analiza diversas paradas en el último viaje de Jesús. Empezamos con su experiencia en Jericó, pues es allí donde deberá tomar sus primeras decisiones difíciles y trascendentales.
Para abordar con mayor profundidad la vida, pasión y muerte de Jesús, es importante analizarla en el contexto de la historia y la política del período del Nuevo Testamento. No existen ni deben existir simples correlaciones entre la situación de entonces y la actual. Pero la pasión no puede entenderse al margen de la política. Jesús vivió su vida en un contexto en el que sus compatriotas (y otros) diferían profundamente en cuanto a sus respuestas a las realidades políticas de la época. ¿Se debía apoyar la dominación romana? ¿Actuar en connivencia con el imperio en beneficio propio? ¿Oponerse a él recurriendo, de ser necesario, a la fuerza armada? ¿Anhelar un Mesías, un “hijo de David”, que vendría y triunfaría sobre los enemigos de su pueblo? ¿Intentar aislarse y esconderse para estar seguros? Al recorrer con Jesús su camino, que podemos decir que realmente ha cambiado el curso de la historia de la humanidad, resuenan los ecos de estas preguntas tanto en los textos bíblicos como en el panorama con que se encontró.
“Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania”. (Juan 12:1)
J. R. R. Tolkien, el autor de “El Hobbit” y “El señor de los anillos”, describió la casa del señor elfo de Rivendel como “la última casa acogedora”, una casa muy apreciada por quienes se disponían a emprender un viaje y hacer frente a los peligros que acechaban.
Para Jesús, el hogar de María, Marta y Lázaro en Betania fue “la última casa acogedora”. Era un lugar donde solía ser recibido para cenar como uno más de la familia (Lucas 10:38-42). Hay indicios de que Betania brindaba descanso y alojamiento a los peregrinos de Galilea que viajaban a Jerusalén, a poca distancia del destino final de su viaje. Desde allí podían ir a Jerusalén cada día y volver por la noche para estar entre amigos y familiares. Se nos indica específicamente que Betania estaba como a tres kilómetros (Juan 11:18).
Los Evangelios dan a entender que Jesús mantenía una relación muy cercana con María, Marta y Lázaro. En el Evangelio de Juan, se nos dice que “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro” (Juan 11:5). En este capítulo del Evangelio de Juan, leemos cómo Jesús tomó la decisión deliberada de venir a Betania a sanar a Lázaro a pesar de que ello era ponerse, conscientemente, en una situación de mucho mayor peligro personal.
Desde los tiempos del Nuevo Testamento, Betania se asocia a esta historia. Está incluso inscrita en su nombre, pues en árabe, la aldea (que ahora es una ciudad) se llama Al-Eizariya, que se traduce como “el lugar de Lázaro”. De hecho, las acciones de Jesús al resucitar a Lázaro de los muertos, descritas en detalle en Juan 11:1-44, parecen haber alimentado aún más el miedo y la controversia que pronto conducirían a la muerte del propio Jesús. El hecho de dar vida a Lázaro provocó tal revuelo entre la población en general que los líderes religiosos tuvieron miedo de lo que las autoridades romanas pudieran hacer: “Si lo dejamos seguir así todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar y nuestra nación” (Juan 11:48). Una vez más, la “reacción ante los romanos” volverá a formar parte del telón de fondo de la inminente crucifixión de Jesús. El amor de Jesús por Lázaro se convierte en un acto profundamente sacrificial. Esta historia ofrece una vívida imagen de las palabras que Jesús compartirá en su Última Cena: “Nadie tiene mayor amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).
Pero hay algo que resulta de vital importancia en esos últimos días de Jesús, y es que su amor, y su sacrificio, deberían asociarse a esta “última casa acogedora”. La muerte de Cristo forma parte tanto de la historia de la agitación política, de reaccionar ante los romanos del primer siglo en Judea, como de la historia de amor por una persona y una familia. Ambas dimensiones son verdaderas y van de la mano. Jesús vino a cambiar el mundo, y también vino a hacer que la vida fuera llevadera, o incluso alegre, para las personas y las familias ordinarias. Este es el mensaje de Betania, “el lugar de Lázaro”, hace 2000 años. También debe ser su mensaje para hoy.
Por la Dra. Clare Amos, antigua coordinadora del programa de Diálogo y Cooperación Interreligiosos del Consejo Mundial de Iglesias.