Introducción
La Semana Santa es un periodo particularmente rico en el año litúrgico que prepara a los fieles para encontrarse con el Cristo resucitado, pues termina con la Pascua. Es la “fiesta de fiestas” en la Iglesia Ortodoxa. La Semana Santa se enfoca en los últimos días de la vida terrestre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, su última predicación y su pasión salvadora. En el Jueves Santo los ortodoxos no solo conmemoran la última cena del Salvador, llamada la “cena mística”, sino también el lavatorio de pies de Jesús a sus discípulos que le precedió, según se lee en el Evangelio.
Pasaje de la Biblia: Juan 13:1-17
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora para pasar de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el fin.
Durante la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas hijo de Simón Iscariote que lo entregara, y sabiendo Jesús que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que él había salido de Dios y a Dios iba, se levantó de la cena; se quitó el manto y, tomando una toalla, se ciñó con ella. Luego echó agua en una vasija y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a secarlos con la toalla con que estaba ceñido. Entonces llegó a Simón Pedro y este le dijo:
“Señor, ¿tú me lavas los pies a mí?”
Respondió Jesús y le dijo:
“Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora pero lo comprenderás después.”
Pedro le dijo:
“¡Jamás me lavarás los pies!”
Jesús le respondió:
“Si no te lavo no tienes parte conmigo.”
Le dijo Simón Pedro:
“Señor, entonces, no solo mis pies sino también las manos y la cabeza.”
Le dijo Jesús:
“El que se ha lavado no tiene necesidad de lavarse más que los pies pues está todo limpio. Ya ustedes están limpios, aunque no todos.”
Porque sabía quién lo entregaba por eso dijo: “No todos están limpios”. Así que, después de haberles lavado los pies, tomó su manto, se volvió a sentar a la mesa y les dijo:
“¿Entienden lo que les he hecho? Ustedes me laman Maestro y Señor y dicen bien, porque lo soy. Pues bien, si yo, el Señor y el Maestro, lavé sus pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Porque ejemplo les he dado para que, así como yo se los hice, ustedes también lo hagan. De cierto, de cierto les digo que el siervo no es mayor que su señor ni tampoco el apóstol es mayor que el que lo envió. Si saben estas cosas, bienaventurados son si las hacen.”
Reflexión
Los eventos que inició Jesucristo y que están relacionados con la cena mística son extremadamente importantes. En aquella ocasión compartió las últimas palabras de sus enseñanzas y dio sus instrucciones finales a sus discípulos. Estableció la eucaristía, que se convertiría en la asamblea por excelencia de su cuerpo místico: la Iglesia. Al lavar los pies de sus discípulos, les dio un ejemplo de humildad y amor mutuo invitándolos a repetirlo: “Pues bien, si yo, el Señor y el Maestro, lavé sus pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Porque ejemplo les he dado para que, así como yo se los hice, ustedes también lo hagan… Si saben estas cosas, bienaventurados son si las hacen”.
A través del lavatorio de pies a sus discípulos, Jesucristo resumió el sentido de su ministerio, manifestó su amor perfecto y reveló su profunda humildad. Él “no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28). En efecto, el lavatorio de pies está íntimamente relacionado con su sacrificio en la cruz. El lavatorio de pies y la crucifixión revelan, ambos la kenosis de Cristo, “Existiendo en forma de Dios, él no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse; sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, hallándose en condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Filipenses 2:6-8). El lavatorio de pies significa el amor de Cristo y su ofrecimiento a cada persona de acuerdo con la habilidad de cada persona de recibirlo porque, como dijo, “Si no te lavo no tienes parte conmigo” (Juan 13:8). Al hacer esto, Cristo nos dio un modelo para que lo reproduzcamos con nuestros actos.
En la Iglesia Ortodoxa, como en otras tradiciones cristianas, a menudo se celebra un lavatorio de pies el Jueves Santo. El servicio puede ser llevado a cabo por un obispo que lava los pies de 12 sacerdotes, o por un abad que lava los pies de 12 miembros de la hermandad de un monasterio. Actualmente, podemos ver que se celebra este servicio en el Patriarcado de Jerusalén o en el Monasterio Real, Sagrado, Cenobítico, Estavropégico Patriarcal, de San Juan el Teólogo y Evangelista en la isla de Patmos en Grecia. La ceremonia se realiza ya sea antes o al final de la Eucaristía celebrada ese día. Después del salmo penitencial 50(51), se cantan algunos himnos de los Maitines del Jueves Santo:
Unidos por el lazo de amor, y ofreciéndose a Cristo el Señor, los apóstoles fueron lavados, y con sus pies embellecidos predicaron a todos el Evangelio de paz.
La sabiduría de Dios que contiene la furia salvaje de las aguas que están sobre el firmamento, que somete a las profundidades y retiene los mares, ahora vierte agua en un cuenco; y el Maestro lava los pies de sus siervos.
El Maestro muestra a sus discípulos un ejemplo de humildad. Él, que envuelve los cielos en nubes se ciñe con una toalla y Él, en cuyas manos están la vida y todas las cosas, se arrodilla para lavar los pies de sus Siervos.
Entonces, el diácono pide a Dios que bendiga el agua y purifique las almas de los que están reunidos. El obispo o abad concluye leyendo dos oraciones pidiendo a Cristo, reproduciendo sus actos de humildad para purificar los corazones de los fieles y para proteger sus cuerpos y almas de los ataques del mal. Después, el diácono lee el pasaje mencionado anteriormente del Evangelio de Juan (13:1-17), mientras el clero actúa los papeles de Cristo y sus apóstoles mientras el diacono lee cada una de sus acciones. La lectura se detiene cuando está por comenzar el diálogo entre Jesús y Pedro. En este punto, el miembro del clero de mayor rango entre quienes reciben el lavatorio de pies dice las palabras de Pedro, y el obispo o abad dice las palabras de Cristo:
“Señor, ¿tú me lavas los pies a mí?”
“Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora pero lo comprenderás después.”
“¡Jamás me lavarás los pies!”
“Si no te lavo no tienes parte conmigo.”
“Señor, entonces, no solo mis pies sino también las manos y la cabeza.”
Entonces, el obispo o el abad lava los pies de los 12 miembros presentes del clero o de la hermandad y termina leyendo el Evangelio. Al final, dice la última oración que resalta que Cristo nos dio, a través del lavatorio de pies, un ejemplo de humildad y amor mutuo.
Quien haya participado o presenciado esta ceremonia especial y conmovedora generalmente queda alentado y humillado pues nos recuerda que las divisiones de las que sufre el mundo, y la cristiandad, se deben precisamente a la falta de humildad y amor mutuo. Estas divisiones son el resultado de fallas y debilidades humanas como el orgullo, la presunción, la ambición, los celos o el deseo de dominación. El ejemplo que da Cristo antes de su última cena y su crucifixión a través del lavatorio de pies a sus discípulos y su mandamiento de replicar su ejemplo nos incita a buscar la humildad y el amor de unos por otros, pues nos instruyó que: “Si saben estas cosas, bienaventurados son si las hacen” (Juan 13:17). La humildad y el amor mutuo deben practicarse porque son fundamentales para la reconciliación. La humildad es el primer paso hacia la reconciliación porque nos ayuda a reconocer la imagen de Dios en cada persona y nos inspira a intentar comprender y amar a los demás, en vez de humillarlos o discutir con ellos. Y el amor mutuo que resulta de esta reconciliación es el signo de un cristiano verdadero, porque nuestro Señor dijo al final de la cena mística, “En esto conocerán todos que son mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros” (Juan 13:35).
Entonces, oremos por contarnos entre los dignos discípulos de nuestro Señor Jesucristo, siguiendo su camino y repitiendo su ejemplo de extrema humildad y amor por toda la humanidad a través del lavatorio de pies de sus discípulos, que nos permitirá reconciliarnos entre nosotros y encontrar la unidad visible por la que luchamos.
Preguntas para seguir reflexionando
- ¿Ha usted lavado los pies de otra persona alguna vez? ¿Estaría dispuesto/a a hacerlo?
- ¿Piensa que esta práctica es humillante, alegre o llena de fe?
- ¿Qué experiencia positiva podría usted obtener de ello?
- ¿Lavaría los pies un enemigo o alguien que le haya ofendido?
- ¿Qué tan relevante es el lavatorio de pies de Cristo a sus discípulos para la vida actual de la iglesia?
- ¿Cuál podría ser un modelo de reconciliación para los cristianos divididos?
Oración
Señor, nuestro Dios, que en tu infinita misericordia te has despojado y tomado la forma del siervo; que, en los momentos de tu Pasión benéfica, voluntaria y vivificante, te dignaste a cenar con tus santos discípulos y apóstoles y, después, ceñido de una toalla, lavaste los pies de tus santos discípulos dándoles el ejemplo de humildad y amor mutuo diciendo, “Así como yo se los hice, ustedes también lo hagan”. Tú, Señor, viniendo entre tus indignos siervos que han seguido tu ejemplo, quita toda mancha e impureza de nuestras almas para que, lavados del polvo que se nos ha pegado en consecuencia de nuestras fallas, y lavados con el paño de amor, seamos agradables a ti todos los días de nuestras vida y encontremos tu favor. Porque eres el que bendice y santifica todas las cosas, Cristo nuestro Dios, y a ti damos la gloria, con tu Padre Eterno y tu más bueno y sagrado dador de vida, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (Oración de conclusión para servicio del lavatorio de pies.)
Acerca del autor
El arzobispo Prof. Dr. Job de Telmessos (nacido en Canadá en 1974) es el representante permanente del Patriarcado Ecuménico del Consejo Mundial de Iglesias (CMI). Su participación en el CMI comenzó desde la Asamblea de Porto Alegre, cuando se hizo miembro de su comité central (2006-13). Es miembro del consejo editorial del periódico Current Dialog del CMI y funge como copresidente de la Comisión Conjunta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa. Es profesor de teología litúrgica en el Instituto de Estudios de Posgrado de Teología Ortodoxa de Chambésy/Ginebra y en la Universidad Católica de París.