Los cristianos y sus comunidades de todo el mundo son conscientes hoy, como nunca antes, de que la vida está en peligro. Demasiados peligros –el cambio climático, sin duda, pero también la pobreza y la injusticia económica, las amenazas para la salud y el bienestar, la violencia y la guerra– ponen en peligro a la humanidad y pueden agotar nuestra esperanza. Pero justamente por esa razón, la fe y el compromiso que comparten los cristianos en todos los lugares son necesarios, afirmando el Dios de vida y la esperanza resiliente que se nos ofrece en la vida, la cruz y la resurrección de Jesucristo. Los cristianos están llamados a afirmar, sostener y proteger la vida.
Este es un llamado ecuménico. Un Dios de vida, una creación, una humanidad llaman a la iglesia una de Jesucristo a comprometerse e involucrarse allí donde la paz y la justicia se ven amenazadas o están destruidas.
Como expresión de la comunidad cristiana mundial, el CMI insta a las iglesias de todas partes a caminar juntas, viendo su vida común, su camino de fe, como parte de una peregrinación de justicia y paz. Les invitamos a unirse a otros para celebrar la vida y adoptar medidas concretas destinadas a transformar las injusticias y la violencia.
La invitación a la peregrinación es, por lo tanto, también una llamada a un estilo de vida y una espiritualidad transformadora de justicia y paz. Encontrarse con los vulnerables, hallarse uno mismo en un lugar vulnerable y volverse vulnerable ante los demás es deshacerse de los prejuicios, preocupaciones y prioridades que tenga, despojarse de todo para ponerse ante Dios y el objetivo de Dios para el mundo. Es un camino transformador, una conversión a las necesidades de los demás y la visión de Dios.