“La contribución de Santa Ana al movimiento ecuménico es inestimable, ya que dedicó gran parte de su trabajo a intentar explicar las causas que condujeron a las divisiones entre las iglesias y a abrir vías para la comunicación, el diálogo y el trabajo común entre ellas”, afirmó Pillay. “En estos difíciles momentos, nuestras oraciones están con su familia y sus amigos más íntimos”.
Nacido en Montevideo (Uruguay) en 1934, de Santa Ana era miembro de la Iglesia Metodista. Se graduó en Teología por el Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos en Buenos Aires (Argentina) y obtuvo un doctorado en Ciencias Religiosas por la Facultad de Teología Protestante de la Universidad de Estrasburgo (Francia).
Durante sus primeros años de formación, estuvo especialmente influido por Richard Shaul, profesor del Seminario Teológico de Princeton (Estados Unidos), que le alertó de la importancia de la praxis como vía de conocimiento. Posteriormente, de Santa Ana describió el encuentro con Shaul como el inicio de su “vida teológica”.
En un artículo publicado en la revista Mundo Reformado, de Santa Ana escribió: “Reflexionar sobre la existencia teológica significa, por lo menos para quienes se dedican a la teología cristiana, tener seriamente en cuenta los hechos del mundo en los que nos ha tocado vivir y en los que nos movemos. Se trata de un esfuerzo que exige una práctica de la introspección que se encuentra en lo más profundo de nuestro ser”.
Desde 1969 hasta1972, de Sana Ana fue director continental del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL). Entre 1983 y 1993, fue secretario ejecutivo del Centro Ecuménico de Servicios a la Evangelización y la Educación Popular (CESEEP), con sede en Sao Paolo (Brasil).
A lo largo de su vida, de Santa Ana desempeñó diversos cargos en el CMI, entre ellos el de responsable de Estudios y Publicaciones de la Comisión Cristiana para la Participación en el Desarrollo (CCPD), puesto que ocupó desde 1972, cuando empezó su exilio, hasta 1979. También ejerció de director de esta misma Comisión (1979-1982) y fue profesor de Ética Social en el Instituto Ecuménico de Bossey (1994-2002).
El Rev. Prof. Dr. Ioan Sauca, ex secretario general en funciones del CMI, que trabajó con de Santa Ana en el Instituto Ecuménico, expresó su admiración y gratitud por el legado dejado por el teólogo latinoamericano. “Fue un profesor comprometido, un gran defensor de los esfuerzos del CMI en el ámbito de la formación ecuménica, y del papel fundamental que Bossey desempeña al respecto”, observó Sauca. “Que Dios bendiga su alma y que descanse a la derecha del Padre”.
Para el Rev. Dr. Konrad Raiser, antiguo secretario general del CMI, de Santa Ana fue uno de sus colegas más cercanos. “La combinación de su erudición y competencias en materia de teología, filosofía y sociología hizo de Julio de Santa Ana uno de los intelectuales ecuménicos más destacados de la generación anterior”, afirmó Raiser. “El Consejo Mundial de Iglesias ha recibido de él decisivos estímulos y retos y siempre honrará su memoria”.
La Rev. Ofelia Ortega, antigua presidenta del CMI para América Latina y el Caribe y profesora del Seminario Teológico Evangélico de Matanzas (Cuba), en su elogio, escribió que de Santa Ana “cumplió muy bien la obra de la vida, y nos dejó su pensamiento e ideas para la transformación de la sociedad en sus libros teológicos y de orientación sociológica, para que podamos edificar el bien común para todas y todos, sin exclusiones”.
“Damos gracias a Dios por habernos permitido conocer y amar a un hombre que nos ensenó a vivir con la ilusión y pasión de que es posible el logro de vivir la obra de la vida, sostenida por la seguridad de que podemos alcanzar los cambios restauradores de la existencia humana.”, añadió Ortega.
En una entrevista publicada en 2008, cuando el CMI celebró su sesenta aniversario, de Santa Ana afirmó: “El movimiento ecuménico vive en la esperanza de tener la experiencia del Dios Santo en el encuentro con quienes nos sorprenden por ser diferentes. Estoy convencido de que el Consejo Mundial de Iglesias ha brindado la oportunidad de hacer posible esta experiencia de gracia. Y que puede seguir brindándola, pero sin buscar la supervivencia de las instituciones religiosas”.
“Cada vez que lo visité en el hospital o en su casa, sentí la magnitud de su pasión por el CMI”, dijo el Rev. Dr. Odair Pedroso Mateus, ex secretario general adjunto del CMI. “A pesar del deterioro de su salud, la primera pregunta que siempre me hacía era: ‘¿Cómo anda el Consejo?’”.
Mateus recordó la contribución de Santa Ana a la búsqueda de un entendimiento común descolonizado de la iglesia. “La polémica con sus colegas de la Comisión de Fe y Constitución del CMI puede ser apreciada en su justa medida en tres publicaciones académicas del Consejo que editó y a las que dio títulos elocuentes: ‘Good News to the Poor: The Challenge of the Poor in the History of the Church’ (Buenas nuevas para los pobres: el desafío de los pobres en la historia de la iglesia); ‘Separation without Hope? Essays on the Relation between the Church and the Poor during the Industrial Revolution and the Western Colonial Expansion’ (¿Separación sin esperanza? En sayos sobre la relación entre la iglesia durante la revolución industrial y la expansión colonial occidental); y finalmente, ‘Towards a Church of the Poor’ (Hacia una iglesia de los pobres)”, añadió Mateus.
Noel Suministrado, miembro filipino de la Iglesia Unida del Canadá y antiguo alumno de Bossey, describe a Santa Ana como un verdadero mentor: “Cuando tenía dificultades con mis estudios, fuiste tú quien pacientemente me apoyaste y proporcionaste sabiduría, como un padre a su hijo. Fuiste severo pero amoroso, riguroso pero afectuoso, y me mostraste que el amor es el camino de la vida”.
De Santa Ana también era conocido por sus amplios conocimientos en diversos ámbitos, como la filosofía, la teología, la economía y la sociología.
En 2007, de Santa Ana fue condecorado con el Premio Mauricio López de la Iglesia Metodista en el Uruguay y con el Orden al Mérito Metodista del Consejo de Iglesias Metodistas de América Latina y el Caribe, dos distinciones que tradicionalmente se otorgan a personas que destacan por sus aportaciones únicas al continente latinoamericano.
A Julio de Santa Ana le sobreviven su mujer Violaine, sus hijos Fernando, Irene y Gonzalo, y sus nietos Elisa, Léon y Théophile.
Elogio del Prof. Dr. Julio de Santa Ana, por el Rev. Dr. Konrad Raiser (en inglés)
Elogio del Prof. Dr. Julio de Santa Ana, por la Dra. Ofelia Ortega (en inglés)