“Reflexionamos sobre las cuestiones urgentes a las que se enfrenta actualmente nuestro planeta”, dijo Pillay. “Estos desafíos amenazan los mismos ecosistemas que sustentan la vida”.
De hecho, señaló Pillay, estamos poniendo en riesgo el bienestar de las generaciones presentes y futuras; sin embargo, los grupos religiosos pueden servir como faros de esperanza.
“Resulta alentador ver la respuesta proactiva de las organizaciones religiosas en todo el mundo”, dijo. “Nos guiamos por los principios de la gestión, la compasión y el respeto por el mundo natural”.
Pillay instó a inspirar y movilizar a las comunidades para que actúen. “Podemos valernos de nuestra autoridad moral y de nuestras amplias redes para abogar por la restauración y la resiliencia”, añadió. “Por medio de las enseñanzas, los rituales y el compromiso de la comunidad, podemos infundir un profundo sentimiento de interconexión con la naturaleza”.
Además, Pillay reiteró el compromiso del CMI con la preservación y la restauración de las tierras. “Abracemos un futuro en el que la gestión ambiental no sea sólo un deber, sino un imperativo moral compartido”, dijo. “Oremos y actuemos de maneras que preserven y protejan nuestras tierras y nuestro futuro”.