Mediante el documento “Una comunicación inclusiva y accesible para todas las personas” (disponible en inglés), el Consejo Mundial de Iglesias (CMI) presenta un conjunto de directrices en evolución que arrojan luz sobre cómo la comunicación inclusiva no solo es posible, sino que forma parte de la vocación cristiana.
“Se trata de un ejercicio continuo”, observa el texto, un ejercicio que lo abarca todo, desde los medios sociales al material impreso, el vídeo, la comunicación oral y otros.
Habida cuenta de los desafíos a los que el mundo se enfrenta en la actualidad, cabe preguntarse en qué medida sabemos qué significa ser un comunicador inclusivo.
“Al abordar cuestiones relativas a la inclusión, no se base en lo que cree saber, sino que implique y consulte a personas con discapacidad para conocer sus necesidades de comunicación y cuál es la mejor manera de satisfacerlas”, propone el texto de la introducción. “La comunicación inclusiva y accesible es un ejercicio continuo y cada paso puede ser importante a la hora de intensificar los esfuerzos en favor de la inclusión”.
La justicia digital y las cuestiones relacionadas con la inclusión han ocupado un lugar prominente en las mentes de las comunicadoras y los comunicadores ecuménicos.
Las directrices indican que el CMI examinará sistemáticamente las opciones de ajustes razonables para atender las necesidades de las personas con discapacidad en todos los canales en línea, una práctica que puede ser replicada por las iglesias miembros y los comunicadores y comunicadoras de buena voluntad de todo el mundo.
“También es importante tener en cuenta que conjuntos específicos de canales, herramientas o tecnologías, como, por ejemplo, las herramientas para conferencias en línea, pueden facilitar la participación de algunas personas, pero, al mismo tiempo, entrañan el riesgo de excluir a otras, por lo que puede resultar necesario adoptar medidas para una comunicación inclusiva”.
Entre bastidores
Estas directrices son el fruto de la labor de la Red Ecuménica de Defensa de las Personas con Discapacidad y del Departamento de Comunicación del CMI, un grupo que ha examinado detenidamente las directrices actuales de comunicación para ver cómo se podrían mejorar y actualizar.
Marianne Ejdersten, directora de Comunicación del CMI, ha acogido con satisfacción el trabajo conjunto sobre las directrices, como una tarea en constante evolución.
“Creando una comunicación inclusiva y accesible, abrimos la puerta a historias auténticas que nos ayudan a llegar a los demás de una forma muy humana”, afirmó. “Como comunicadores, debemos navegar por el mundo juntos, con múltiples voces y prestándonos mutuamente una máxima atención. Tenemos una vocación especial como cristianos”.
John Christensen, responsable del CMI para la Red Ecuménica de Defensa de las Personas con Discapacidad, dijo que espera que las directrices sean acogidas como una caja de herramientas de trabajo para los comunicadores y comunicadoras de las iglesias de todo el mundo. “Del mismo modo que hemos aprendido y adaptado tanto nuestra comunicación durante la pandemia, espero que no caigamos en la autocomplacencia y volvamos a lo que hacíamos antes, sino que aprendamos de las cosas que hemos hecho en los últimos años y nos esforcemos por seguir añadiendo conocimientos”.
Algunas personas pueden creer que ya están haciendo un buen trabajo prestando los servicios que se adaptan mejor a las necesidades de quienes ya pertenecen a su comunidad, reconoció Christensen. “Es el caso de muchas personas”, observó. “Me gustaría recordarles que deberíamos hacer todo lo posible no solo para quienes ya hemos incluido, sino para quienes todavía no hemos incluido”.
En otras palabras, abrir las puertas de la inclusión antes de que sea necesario, sugirió Christensen.
“A algunas personas puede parecerles que no es posible hacer cambios debido a limitaciones financieras o tecnológicas”, apuntó. “Es posible que no todo el mundo pueda hacer cada pequeña cosa, pero todos podemos hacer algo para hacer más inclusiva nuestra comunicación y nuestra manera de interactuar con todas las personas del mundo que nos rodea”.
Otro desafío para quienes redactaron las directrices fue que la tecnología evoluciona rápidamente.
“Esto también forma parte de estas directrices: simplemente hacer saber a la gente todas las cosas que ahora están disponibles”.
Syovata Shalon Kilonzo, encargada de comunicación del CMI afincada en Nairobi (Kenia), espera que las directrices de comunicación sean acogidas por las iglesias miembros del CMI y sus asociados como una forma de crear una comunidad de iglesias donde las personas con discapacidad sientan que forman parte de ella.
“Su aplicación requiere una planificación previa, consultar con las personas con discapacidad y una evaluación continua para ver dónde mejorar”, afirmó. “Es importante ser conscientes de que para poder aplicar las directrices de forma eficaz serán necesarios cambios razonables en la manera de comunicarnos”.
La parte más difícil de la elaboración de las directrices fue tener siempre presente que el público del CMI es internacional, añadió Kilonzo. “Me di cuenta de que lo que era adecuado en una parte del mundo no lo era en otra”, explicó. “Tuvimos que realizar amplias consultas e investigar las prácticas óptimas a escala mundial”.
Trabajar en las directrices le dio la esperanza de que el mundo está tomando medidas para construir una iglesia y una sociedad más inclusivas. “Pueden parecer pequeñas, pero son los fundamentos que necesitamos para construir iglesias y sociedades inclusivas”, afirmó Kilonzo.
“Una comunicación inclusiva y accesible para todas las personas” sirve de apéndice a la estrategia de comunicación del CMI que fue revisada y aprobada por el Comité Central en junio de 2023, y establece la orientación estratégica de toda la labor de comunicación del Consejo durante el período actual de aplicación (2023-2030).
Documento completo: Una comunicación inclusiva y accesible para todas las personas (en inglés)