El 7 de abril, en la oscuridad de las cuatro de la madrugada, varios vehículos armados se detuvieron frente a la casa familiar en la localidad de Birzeit, en Cisjorgania, donde dormían Lulu, su marido y su hija Layan.
Los soldados israelíes aporreaban la puerta. “Nos despertamos”, dice Lulu. “Mi hija me llamaba”.
Aquella noche comenzó lo que son ya cuatro meses de encarcelamiento para Layan, y, para su madre, una sucesión de días de ansiedad y dolor combinados con determinación.
Al recordar aquella noche, Lulu agradece que sus hijos varones no estuvieran en casa. “Afortunadamente, mis hijos no estaban en casa, porque mi hijo mayor es médico, y mi hijo menor, el hermano mellizo de Layan, se había ido a Estambul de vacaciones”, cuenta. “Si hubieran estado en casa, los soldados los habrían tratado muy mal”.
Cuando Lulu abrió la puerta, los soldados entraron en la casa. “Empecé a preguntarles: ¿qué quieren de mí?", relata Lulu. “Un soldado me puso la pistola en la cara y me amenazó: ‘No hables o te disparamos’”.
Mientras, otros soldados recorrían la casa. “Registraron por todas partes”, dice Lulu. “Luego nos pidieron que pusiéramos las manos en la pared”.
También ordenaron a los padres de Layan que no se movieran ni hablaran. Y así hicieron.
“No queríamos crearnos problemas ni a nosotros ni a nuestra hija”, explica Lulu. “Entonces el capitán nos dijo que se llevaba a Layan”. Los soldados no mostraron ninguna orden de detención contra Layan ni de registro de la vivienda.
Pidieron a Layan, que estaba sentada en su habitación, que se quitase el pijama y se vistiera. “Trajo a una mujer soldado que se quedó con Layan mientras se cambiaba”, relata Lulu. “Luego le vendó los ojos y la esposó”.
Al recordar cómo se llevaron a su indefensa hija e intentar describir lo que sintió, Lulu se derrumba y rompe a llorar: “Estaba muy débil en ese momento”.
Desde entonces, Layan ha estado recluida en lo que se conoce como una “detención administrativa” sin cargos. “La acusan de ser un peligro para la seguridad del Estado israelí”, dice Lulu. “¿Cómo iba a ser esta jovencita un peligro para el Estado israelí?”.
Un silencio ensordecedor
La falta de comunicación con su hija pesa como un lastre sobre los hombros de Lulu. En cuatro meses, le han permitido hablar con Layan dos veces.
“Su abogado intenta pedir una visita”, dice Lulu. “Y no le permiten quedarse más de 15 o 20 minutos”. Las reuniones se celebran en presencia de agentes de seguridad israelíes, lo que viola los principios básicos del debido proceso y los derechos humanos.
También han sido denegadas las visitas a los dirigentes de la iglesia anglicana a la que pertenece Layan. Los padres de Layan han compartido su historia con el moderador del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), el obispo Dr. Heinrich Bedford-Strohm, y con el secretario general del CMI, el Rev. Prof. Dr. Jerry Pillay, quienes han pedido la liberación inmediata de Layan y de otros palestinos injustamente detenidos.
Mientras tanto, a Lulu le preocupa la salud de Layan mientras esté en presa.
“En la cárcel, la cantidad de comida para cada preso es una porción muy pequeña”, lamenta Lulu. “Hago un llamado firme a las iglesias no solo a ejercer presión para que mi hija vuelva a casa, sino también para que sus gobiernos exijan mejores condiciones para los presos”, afirma. “Las personas que están en prisión están sufriendo; no hay suficiente comida”.
Pero también ha recibido buenas noticias: “Nos han dicho que Layan aporta una energía muy positiva a todas las presas”, dice Lulu. “Una de ellas está muy enferma y Layan la está ayudando”.
Lulu se siente también prisionera en su propia casa sin la presencia de su hija. “No puedo entrar en su habitación, me pongo demasiado triste”, confiesa.
“Mi hijo mayor tuvo la oportunidad de ir a E.E. U.U. a especializarse en medicina interna en Atlanta”.
El hermano mayor de Layan tuvo que marcharse sin despedirse de su hermana. Su hermano mellizo, que cada mañana compartía coche con Layan para ir a trabajar, ahora va solo cada día. Antes de su detención, Layan, licenciada en nutrición y diplomada en administración de empresas, trabajaba en una organización no gubernamental dedicada al desarrollo de la mujer.
¿Cuántos días más?
Lulu pide al mundo que ore a Dios para que le dé fuerzas y valor para seguir contando los días sin su hija. “No estoy segura de que vaya a ser liberada en diciembre”, afirma. “Puede que renueven su detención”.
“Layan cumplió 24 años el 20 de mayo, en la cárcel, sin visitas”, cuenta Lulu. Su hermano mellizo tampoco celebró su cumpleaños, por solidaridad con su hermana.
Cuando el profundo vacío amenaza con abrumarla, Lulu recuerda momentos alegres del pasado: fiestas de cumpleaños, partidos de baloncesto y de fútbol de Layan, o sencillas cenas familiares.
“Cuando me pongo triste, también recurro a la oración”, dice. “Le pido a Dios que me ayude a ser fuerte. Layan tiene una personalidad fuerte y un corazón dulce. Tengo que tener valor por ella”.
Aproximadamente 3.615 palestinos se encuentran recluidos en régimen de detención administrativa, entre ellos 40 menores y 20 mujeres. Cualquier palestino puede ser detenido por Israel basándose en información secreta, a la que no puede acceder ni la persona detenida ni su abogado; sin juicio y sin cargos, bajo la alegación de que planea infringir la ley en el futuro. No hay periodo máximo legal para la detención administrativa, puede ser renovada una y otra vez.
Los dirigentes del CMI se reúnen con los padres de la estudiante anglicana palestina detenida (7 de agosto de 2024)