Del 14 de abril al 1 de julio, los acompañantes ecuménicos llevaron a cabo 591 visitas sobre el terreno que incluyeron el ofrecimiento de su presencia protectora, la observación de puestos de control, sesiones informativas, el apoyo a acciones no violentas, servicios de oración e intervenciones que garantizaban una presencia activa visible.
Un ejemplo de un incidente documentado: el 4 de junio, unos colonos prendieron fuego a un terreno agrícola perteneciente a palestinos del pueblo de Al-Khader, en Belén. Las fuerzas de seguridad israelíes impidieron a los bomberos y los campesinos equipados con camiones cisterna acceder a la zona siniestrada, provocando la pérdida de olivos y árboles frutales a causa del incendio.
Otro ejemplo: el 6 de mayo, unos cincuenta colonos irrumpieron en la comunidad beduina de Beir Al-Maskoub, en la aldea de Khan Al-Ahmar, a las afueras de Jerusalén. Causaron daños en al menos cuatro casas e hirieron a varios residentes, incluidas mujeres. Los colonos permanecieron en la comunidad 24 horas, hasta que soldados israelíes escoltaron su salida.
El Programa Ecuménico de Acompañamiento en Palestina e Israel (PEAPI), iniciado por el Consejo Mundial de Iglesias (CMI), lleva a voluntarios internacionales a la Ribera Occidental para dar testimonio de la vida bajo la ocupación y apoyar a las comunidades locales.
“Las visitas del PEAPI significan mucho para mí”, dijo Mohamed de la comunidad de Al-Jiftlik en el valle del Jordán el 27 de mayo. “Agradezco la solidaridad porque nos da esperanza en el futuro”.
Alia Mleihat, una mujer beduina de 27 años de edad de Al-Mouarrajat en el valle del Jordán, una zona que forma parte de la Ribera Occidental ocupada, dijo que quiere que el mundo conozca el sufrimiento de los palestinos y las dificultades que padecen cada día.
Su lema en la vida es: cuidado con una mujer fuerte.
Escribió en árabe el poema que figura a continuación sobre la inminente demolición de su casa. El poema fue traducido al inglés por George Sahhar, responsable de las iniciativas de defensa y promoción para la Oficina de Enlace del CMI en Jerusalén y el PEAPI.
Les hablaré sobre mi vida... mi vida
mientras carezco de seguridad, de hogar, de libertad e, incluso, de una sonrisa,
mientras anhelo tener una vida
y mientras voy a decir adiós a mi hogar en unos pocos días.
Diré adiós a todas las esquinas de mi casa,
a los recuerdos,
a las risas,
a las lágrimas,
a los sueños,
a los años pasados aquí,
a mi infancia,
a mis amigos,
al jazmín, la manzanilla y el tomillo salvaje.
Diré adiós a las piedras donde jugué
al patio de la aldea,
al olor de mi hogar,
a los encuentros familiares.
El dolor estará siempre en mi corazón.
Diré adiós al suelo,
a las paredes.
Mi casa será demolida.
El juez decidió destruir el arduo trabajo
de mis padres, nuestros sueños, nuestros recuerdos.
El juez decidió. Sin misericordia.
El juez olvidó que construimos un hogar con sudor,
trabajando duramente durante muchos años.
Ahora el mundo ante mis ojos es oscuro.
No hay justicia, no hay paz.
Me despierto cada mañana al son de la demolición, el desplazamiento y la tortura.
Acabo el día al son del miedo y la limpieza étnica.
He olvidado la voz cantante de Fairuz,
el baile beduino Al Dahiya,
la música folclórica.
En lugar de ello, escucho el silbido de las balas.
Lloro por mí.
¿Hay alguien que me escuche?
¿Hay alguien que atienda a mi súplica?
Pregunto al juez: ¿es esto justicia?
Mantendré la cabeza alta ante el juez.
Le hablaré de mi tierra natal,
de mi tristeza,
de mis lágrimas.
No tengo elección.
Aun así, seguiré viviendo.